AURORA, CON NUEVE CONMUEVE

De muchos lances en la historia, algunos partidos quedan en la memoria. En la antesala de un nuevo clásico cochabambino, los recuerdos son páginas de un libro que se vuelve a leer. Hace días John Carlin, escritor inglés, dijo que, a veces, el fútbol arroja lo que García Márquez llama “los errores de Dios”. Esto es, “la capacidad que tiene el fútbol de generar sorpresas y grandes injusticias, de servir como metáfora del azar de la vida”.  Una de las últimas y agradables sorpresas -y pletórica de justicia- fue la victoria  de Aurora en el anterior clásico. Una victoria épica digna de figurar en los grandes anales de la historia del fútbol.

Antes de rememorar ese acontecimiento, tan cercano en la cronología y, al mismo tiempo tan lejano, porque es parte de una leyenda (victoria con nueve hombres)  es necesario recordar dos grandes victorias de Aurora.

En 1967, Aurora y Mariscal Santa Cruz definían el primer lugar de su grupo,  En el equipo paceño jugaba, nada más ni nada menos, el maestro Víctor Agustín Ugarte. A la finalización del primer tiempo, el equipo visitante vencía por dos goles a cero. Ese resultado se mantuvo hasta el minuto 39 del segundo tiempo y los jugadores de Mariscal Santa Cruz “hacían hora”. Entonces, dice la crónica, “Con vergüenza deportiva y con un espíritu invencible (los auroristas) lucharon ante la adversidad y cuando se cernía la derrota sobre sus colores, supieron hacer frente a las contingencias”. Las contingencias eran dos goles en contra y seis minutos para la culminación del partido con el reloj con guillotinas en vez de manecillas.  Cuando sonó el pitazo final el partido terminó 3-2 a favor del Equipo del Pueblo. Sentenció la prensa: “Aurora del pozo al gozo en 3 minutos”.  Sí. Porque a los 84 minutos, Tito Avilés descontó mediante un tiro penal. Un minuto después, Guido Aguilar perforó las redes. Y cuando los jugadores de Mariscal Santa Cruz no se recuperaban de la sorpresa pasaron raudamente al estupor, porque a los 88 minutos Aguilar consumó el milagro venciendo por tercera vez al arquero. Víctor Agustín Ugarte declaró: “Hay juventud, garra  y amor a la casaca en Aurora. En mi vida de futbolista, no recuerdo haber sido protagonista o testigo de un hecho similar al ocurrido hoy”.

En abril de 2004 se vivió una nueva versión del clásico cochabambino con ribetes especiales. Después de terminar el primer tiempo con un marcador de dos goles en contra, Aurora tuvo  una memorable reacción. Descontó Yáñez a los 68’, veinte minutos después empató Carmelo Angulo mediante penal y cuando se jugaban los descuentos, Nicolás Saucedo robó el balón en su propia cancha y pasó en profundidad a Romanello que aguantó la marca rival e inició un rutilante desborde por la izquierda; cuando ingresó al área grande lanzó el pase preciso al corazón del área chica donde “el Nico” ingresaba con la mirada puesta en el arco para clavarla en la red con un suave toque. El 3-2 desató la celebración celeste en medio del estruendoso silencio de la hinchada rival. La prensa escrita definió el trámite del partido usando el fácil expediente de los refranes: “Wilstermann creyó en el viejo dicho que reza “el que pega primero pega dos veces”, pero jamás tuvo en cuenta que “el que ríe último, ríe mejor”.

Hace tres meses y tres días, Aurora logró un “épico triunfo” (Titular del diario Opinión) derrotando a Wilsterman por 2-0 y jugando la mayor parte del partido con nueve hombres. A los 65 segundos había sido expulsado Carmelo Angulo pero Aurora no se amilanó y, a los diez minutos, perforó las redes del equipo aviador con una jugada memorable de Vladimir Castellón. Veinte minutos después, “Cucharón” Olivares fue expulsado por doble tarjeta amarilla y, con nueve jugadores, no solamente aguantó los embates del rival sino que rubricó una tarde excepcional con un gol gestado por Vladimir Castellón cuyo remate -recordemos al azar invocado por Carlin- rebotó en una cabeza rival para ingresar al arco y enmudecer a la hinchada rival. Pero no fue azar, fue justicia porque los jugadores se convirtieron en “leones” y siguieron las instrucciones del Emperador Baldivieso. No era casual que en julio se impusiera, del gran Julio César, su talento como estratega y conductor.

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No conozco una hazaña similar en un clásico por estas latitudes o en otro continente. Si hubiera sido un logro de Atlético de Madrid, River Plate o Corintians, esta historia hubiera dado vuelta al mundo y seguiría siendo motivo de comentarios. Aquí, los amigos periodistas, fieles a su costumbre, intentaron minimizar el significado de la victoria celeste. No vamos a lamentar su parcialización, es un dato de la realidad, pero valdría la pena poner las cosas en su lugar. Hace tres meses se jugó el clásico más atípico y se produjo la victoria más resonante de Aurora. Sabemos que la historia no se repite, pero como dijo Carlin y canta Ruben Blades, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay, Dios”. Y el fútbol tampoco.